miércoles, 19 de mayo de 2010

Música en las calles de la capital





¡Germán Quevedo! ¿Qué hubiera sido de Buenos Aires sin Germán Quevedo? me pregunto yo. Y no sé.
Germán Quevedo era un músico de esos que tocan en las estaciones de subte. Ustedes (si viven o vivieron en BA) seguro alguno conocen. Yo por mi parte recuerdo a uno que cantaba canciones de reggae en francés con una guitarra a la que le faltaban una o dos cuerdas. Ese solía estar en el pasillo que une a la línea A con la línea D. Yo me tomaba la línea A en Acoyte, combinaba con la D y me bajaba en Agüero para ir a la psicóloga. Después cuando volvía de terapia en la estación Agüero, ni bien uno bajaba las escaleras había un flaco de pelo largo y barba como la de Frank Zappa tocando el bandoneón. Sabía tocar “Bandó” de Piazzolla, me acuerdo. Yo le tiraba siempre una moneda y lo saludaba. Un día me contó que su tema favorito de Piazzolla era “Fracanapa”, pero que no le salía porque era muy difícil, y era difícil encontrar partituras del tema.
Estaba también el sikuri de la línea A, que tocaba al mismo tiempo el charango y tenía un bolso azul con el logo de FOX sports. A veces lo acompañaba un otro tipo que tocaba la quena. Me acuerdo de estar bajando de esos crujientes amasijos de tablitas que son los vagones de la línea A, y escuchar por debajo del ruido del tren arrancando al charango, el sikus y la quena “llegando está el carnaval / quebradeño mi cholitay”.
¿Qué otro más había? No me acuerdo.
Estaba un trompetista que tocaba boleros en frente del Village Caballito, y otro que se lo sabe ver todavía en el Teatro Nacional San Martín. Ahí en el San Martín está la vieja esta, que no me acuerdo el nombre, que repartía folletos con sus poemas, “a voluntad”. Beatriz Sarlo en una nota de la revista VIVA habla de la vieja esa. Dice que nunca se animó a comprarle los poemas. Yo le di una moneda a cambio de un triptico en blanco y negro que tenía un poema llamado “Blues del siglo XX” o algo así. Lo debo tener por ahí en algún lado. También están los que reparten esos papelitos de “Combustible mental” que vienen con poemas de Baudelaire y de Almafuerte. Pero esto no se trata de esas cosas, sino de los músicos que tocan en las calles y los subtes de esta infamia de 5 siglos de edad a la que llamamos “Buenos Aires”.
Por ahí cerca del Village Caballito, en la puerta de un Banco Provincia había un pibe que estaba en silla de ruedas y tocaba la armónica, que se lo ve algunas veces también en Plaza Francia. Ahí, frente a la iglesia que está al lado del cementerio, escuché a unos chabones que se llaman “Un vagón”, que hacían también temas de Piazzolla y se llamaban así porque solían tocar en el subte.
En fin...
Sería de nunca acabar seguir ennumerando (pero antes de terminar, un recuerdo para la chica que cantaba tangos a capella en un colectivo, y para un tipo que hacía lo mismo en la calle Florida…) a tantos y tantos artistas hermosos que todos los días salen a ganarse una moneda, ofreciéndonos a todos los habitantes de este enclave colonial algo que es Fun-da-men-tal para la vida humana: la música.
Uno por ahí ni se rescata de lo importante que es, que alguien salga a trabajar de músico en las calles de la ciudad. Pero el otro día fui a una fiesta del Movimiento Afrocultural, y un tipo dijo que gracias al tambor, que era como la parte más fundamental de su cultura, él pudo ganarse la vida dignamente tocando en las calles.
No me voy a poner a reflexionar. Digamos para terminar que esto quiere ser simplemente un recuerdo, un sincero y sencillo homenaje para músicos como Germán Quevedo, por ejemplo. Que si hubiera que elegir cuál es el mejor de todos los músicos populares de los que venimos hablando, para mí que es él. Por lo menos de los que yo escuché, es el mejor.
La última vez que fui a la casa de mi amigo Nico, vi que entre unos CDs tenía el de Quevedo. “Toma Uno” se llama. Viene en una caja negra, lo vendía a 10 pesos, y en la tapa se ve una silueta de él tocando. El tipo toca cuatro instrumentos al mismo tiempo, y lo hace de esta manera: colgada en el cuello tiene una armónica, con las manos toca la guitarra, y después -con el talón de su pie izquierdo- le da a un pedal que golpea la caja peruana en la que está sentado. Con la punta de su pie derecho, por último, le da a un pedal que golpea a una tabla, a la que está atada una pandereta.
Encima de todo eso, a veces se pega con cinta scotch en la mano uno de esos huevitos con arroz adentro. Y me parece que también en la pierna se ataba de esos cosos hechos con pezuña de cabra. Un capo el chabón, un hombre orquesta. El equipamiento para amplificar que tenía era super precario: consistía en unos parlantes de equipo de música Aiwa, que estaban hechos pelota.
Hace poco lo ví tocando el bajo con otro tipo, que también tocaba en la línea B. Capáz lo vieron: hacía siempre “Take a walk on the wild side” de Lou Reed, y otros temas así. El asunto es que Germán Quevedo estaba con ese tipo tocando el bajo al lado del Village Caballito, el día que inauguraron un negocio de electrodomésticos. La onda del lugar es que te venden todo en un montón de “mini-cuotas”, entonces a los del negocio para hacer publicidad les pusieron un cartel que decía “Con una monedita más pago la cuota” o algo así.
El mejor músico popular de Buenos Aires, obligado a vender su arte a un negocio choto, rebajado a mendigo por el comercio. Al fin y al cabo, es algo que se ve todos los días. ¿Cuántos grandes o mediocres músicos le venden su grande o mediocre música a las discográficas, a las radios, o a las “productoras de eventos”? Un montonazo. Pero ninguno de ellos atrapó como Germán Quevedo la sensación de melancolía y desamparo que le viene a uno cuando espera, por ejemplo, en un andén de la línea B lleno de gente. O volviendo un lunes a la noche cansado, aplastado como sardina en el bondi o en el tren. Viendo pasar un cartel tras otro. Viendo a hombres, mujeres y niños que arrastran carros lleno de basura. Viendo bolsas de basura descuartizadas, en las veredas mugrientas.
Es de noche y ya se van los senegaleses que venden Bijouterie: se los ve en los bondis con su portafolio. Los que venden DVD’s truchos también: levantaron todo y se fueron ya. Quedan todavía colas y colas de gente esperando el 8, el 88, el 5. Algunos escuchando música, algunos hablando por teléfono. Muchos hombres y mujeres de lo que Pablo Trapero llamó “la bonaerensia”: esa caravana de personas que con una mochila al hombro cruzan cada día el límite entre capital y provincia.
“Aquí ahora” se llama esa gran canción de Germán Quevedo. No tiene letra el tema, pero yo le digo canción porque para mí la letra es Buenos Aires, en la primera década del siglo XXI. O sea -para mí y para muchos- nuestro “Aquí ahora”.
No creo que haya, para cualquier artista, honor más grande que el de representar justamente el sentir de un lugar y un momento determinados. Eso es lo que logra Germán Quevedo con su música. Por lo menos para mí ¿no? Después cada uno que piense lo que quiera.



Floresta, 05 de Mayo del 2010

PD: En un rato ramona sube un par de temas del disco de Germán Quevedo, incluido "Aqui ahora". Me pareció que no daba para subir todo el disco, si lo ven por ahí no duden en comprarlo!




"Último tren"


"Aquí ahora"



"Gracias a la vida (Blues)"

3 comments:

Unknown dijo...

Hola BRN .Confieso; me tomè un Rohn Habanna .El contexto:No subte , no Buenos Aires ...por ahora : nunca màs Buenos Aires .
Este pueblo de llama Limache .Esta en un paìs que Se llama Chile .
Leì tus lineas .Mi corazòn palpitò màs fuerte . No lloraron mis ojos , pero se regò mi alma .Gracias , no por el halago; gracias por la cercania.si alguna vez quieres abandonar la màquina de moler carne por un rato .solo escrbime y tomate el micro .Los mates los tomamos acà (tu compañera tanbien està invitada , por su puesto) gerquevedo@gmail.com
un abrazo, germàn.,

mauro m. dijo...

Hey! QUé alegría que hayas llegado hasta acá, y te haya gustado lo que escribí.
Nos comunicamos por mail!

Un abrazo

Mauro

Unknown dijo...

genial